Mons. Giuseppe Lazzarotto: «Mi corazón sigue en Jerusalén»

Un gran diplomático de la Iglesia al servicio de la Orden del Santo Sepulcro

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Habiendo obtenido la aprobación del papa Francisco, el cardenal Edwin O'Brien, Gran Maestre, ha nombrado a Mons. Giuseppe Lazzarotto Asesor de la Orden del Santo Sepulcro, función anteriormente ocupada por Mons. Antonio Franco, que pidió ser reemplazado por haber llegado a la edad máxima. El nuevo Asesor, pudiendo ser llamado a reemplazar al Gran Maestro si éste falleciera o tuviera algún impedimento, ha servido durante estos últimos cinco años como Nuncio Apostólico en Israel, Delegado Apostólico en Jerusalén y Palestina, hasta agosto del 2017. Conoce bien la Orden, de la que es miembro desde hace unos quince años.

 

«Amo de manera visceral a Tierra Santa y a sus habitantes», confiesa el nuevo Asesor de la Orden que se acuerda de sus primeros pasos en esa región del mundo en 1982-84, cuando era secretario de la Delegación apostólica en Jerusalén, después de un tiempo en la nunciatura en Cuba. «Después he trabajado una década en Roma, en la segunda sección de la Secretaría de Estado, la de las relaciones con los Estados, donde conocí al futuro cardenal Pietro Parolin que entonces era joven minutante», precisa éste. Mons. Lazzarotto es originario, como el Secretario actual de la Santa Sede, de la provincia de Vicenza, en el norte de Italia, en Véneto, sus dos pueblos natales distan pocos kilómetros uno de otro y hablan el mismo dialecto.

Después de Roma, este gran diplomático de la Iglesia fue enviado en misión por el Papa como Nuncio Apostólico a Irak y también como primer Nuncio a Jordania. Las relaciones entre Israel y Jordania acababan de ser establecidas, después de los famosos acuerdos de Oslo en 1993. «Jordania formaba parte del territorio del Patriarcado latino de Jerusalén, por eso he tenido numerosos contactos con la Orden del Santo Sepulcro», cuenta éste con amabilidad. «La situación en Irak era difícil; por las sanciones internacionales, pero los cristianos vivían libremente su fe en paz», añade este testigo de una serie de decisiones occidentales trágicas que han cambiado todo Oriente Medio y echado al camino a millones de refugiados de todas las confesiones.

Seis años más tarde Mons. Lazzarotto se fue a Irlanda, donde la Lugartenencia local deseó hacerle entrar en la Orden. El diploma fue firmado por el cardenal Carlo Fumo, Gran Maestre de la época, que el nuevo miembro había tenido como profesor en la Academia pontificia eclesiástica. Fue el arzobispo de Armagh, futuro cardenal Sean Brady, quien presidió la investidura.

Después de siete años en Irlanda, periodo durante el cual el diplomático, convertido en miembro de la Orden, tejió bellas amistades espirituales con los Caballeros y Damas, llegó la hora de marcharse de nuevo, esa vez para ir a Australia, donde también visitó a los miembros de la Orden, en particular cada año durante la reunión organizada en la capital federal, en Canberra, el Domingo de Ramos.

La gran y feliz sorpresa para él fue ser llamado a Jerusalén, hace ya casi seis años, haciendo su entrada solemne en el Santo Sepulcro el 25 de noviembre de 2012, la víspera de la entrada en el Santo Sepulcro del cardenal O’Brien, recientemente nombrado en su cargo de Gran Maestre por el papa Benedicto XVI. «Conocí a nuestro Gran Maestre de la Orden en ese mismo momento, sin imaginar que un día iba a ser su brazo derecho en Roma», comenta Mons. Lazzarotto, que ahora se encuentra completamente disponible para su servicio de Asesor. Vive en Roma, no lejos del Gran Magisterio, en una casa donde varios antiguos nuncios retirados siguen sirviendo de manera importante a la Santa Sede. Su lema episcopal, «In virtute Spiritus», que puede traducirse por «con la fuerza del Espíritu», evoca el bautismo de Cristo en el Jordán y la misión de los primeros discípulos que siguieron al Cordero de Dios con valentía y coraje hasta el don de su vida por todos los hombres, en Jerusalén.

«El coraje apostólico hoy, en el complicado contexto internacional en torno a la cuestión de Jerusalén, es favorecer un diálogo bilateral, con la participación de la comunidad internacional», subraya el Asesor de la Orden, defensor con experiencia de la posición de la Santa Sede sobre este tema: «la solución de los dos Estados, respetando el statu quo y las fronteras de 1967». «Todo está relacionado en Jerusalén, lo religioso, lo social y lo político, la delicadeza se impone sobremanera para preservar los equilibrios y el carácter sagrado de esta ciudad santa para las tres grandes religiones monoteístas».

Cuando fue Nuncio en Israel, trabajó en particular en el acuerdo entre este país y la Santa Sede concerniente a los lugares de culto y la tasación de las instituciones religiosas que tienen una actividad comercial, que es el seguimiento programado del acuerdo fundamental concluido en 1993.

«Este acuerdo final esperado ya está casi concluido», se alegra éste, «lo que será una garantía importante para la Iglesia local», como en Palestina donde ya se ha puesto en marcha un acuerdo parecido desde 2015.

Más ampliamente, Mons. Lazzarotto considera que su corazón sigue en Jerusalén, ciudad que ejerce sobre los que se enamoran de ella «una increíble atracción». «Nuestra misión, como miembros de la Orden, es ayudar en el mundo entero a que las comunidades cristianas vivan esta atracción luminosa, este vínculo espiritual especial con una tierra elegida por Dios para su plan de salvación que continúa hoy y del que estamos llamados a ser el relevo alegre de compasión y unidad». 

 

François Vayne


(9 de febrero 2018)