«Una hora más de guerra no resolverá el problema, solo lo agravará»

Entrevista con el párroco de Gaza

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Foto_Intervista Padre Gabriel Romanellii - 1

Desde el principio de la guerra que ha enlutado a Tierra Santa hace casi tres meses, la Orden del Santo Sepulcro se movilizó para enviar una ayuda de urgencia al Patriarca latino de Jerusalén. El padre Romanelli, párroco de Gaza – que se encontraba en Belén al comienzo del conflicto – continúa en contacto con su comunidad, que atraviesa las peores dificultades, actuando como portavoz de una población que sufre enormemente. Nos concertó una entrevista para informar de la situación local de los Caballeros y Damas en vísperas de la Navidad.

 

El padre Gabriel Romanelli, párroco de la iglesia de la Sagrada Familia de Gaza, nos respondió por teléfono desde Jerusalén. No estaba en Gaza al principio de la guerra y no ha podido regresar. Sigue la situación con aprensión y sufrimiento, en la medida de lo posible, ya que la comunicación con la Franja de Gaza es cada vez más complicada. «Hoy mismo, la antena parabólica situada en nuestro recinto, que permitía a nuestros cristianos recibir información del exterior a través de la televisión, también ha sido alcanzada. De hecho, desde hace semanas, la conexión internet es casi inexistente y las líneas telefónicas palestinas rara vez funcionan», nos cuenta.

El complejo de la Sagrada Familia está situado en el norte de Gaza y, como explica el padre Gabriel, «las autoridades nos confirmaron que no éramos un objetivo militar». Sin embargo, el padre nos cuenta que, tras la tregua, los bombardeos y los combates se han intensificado, por lo que el peligro para las 600 personas que ahora viven de forma permanente en la parroquia es más cercano y real. En estos últimos días, los paneles solares del edificio han sido alcanzados, al igual que el tejado de la guardería y el depósito de agua.

La iglesia de la Sagrada Familia está situada en el barrio de Zaytoun, uno de los más afectados en estos últimos días, e incluye la iglesia parroquial y el presbiterio, la escuela, dos casas pertenecientes a las hermanas de la Madre Teresa y una de las hermanas del Verbo Encarnado. Los 600 cristianos y los 54 niños con discapacidad, principalmente musulmanes, atendidos por las hermanas de la Madre Teresa, viven y comparten lo poco que tienen entre ellos y con sus vecinos. «Repartimos lo que tenemos: lo que algunos habían guardado (un poco de arroz, pasta, latas de conserva) y lo que se consiguió durante los días de tregua» explica el padre Gabriel. «Cocinamos tres veces por semana, quemando leña o lo que encontremos para hacer fuego, ya que queda muy poco combustible».

Al escuchar al párroco, comprendemos con claridad la gravedad de la situación. «400 000 personas no tienen comida ni agua. Además, ahora ha comenzado a llover y ha llegado el frío, por lo que la situación es trágica si tenemos en cuenta que miles y miles de personas viven fuera de sus casas. Por otro lado, la lluvia es la única forma que tienen muchas personas de conseguir agua para beber». Le preguntamos sobre la situación sanitaria: «Las personas enfermas se mueren, así de simple», responde, «como les ocurrió a tres de nuestros cristianos alojados en la iglesia de la Sagrada Familia. Aunque tenemos médicos, los hospitales han sido alcanzados y a menudo no hay forma de operar. En el sur, un joven padre de familia de 34 años falleció por apendicitis».

La voz del padre Gabriel se ensombrece y le preguntamos qué esperanza ve de cara a estos días de Adviento en los que, como cristianos, estamos más llamados aún a la esperanza y la expectación. «Rezo para que la salvación venga del cielo para dar gloria a Dios y paz en la tierra de los hombres y mujeres de buena voluntad», nos respondió. «Es necesario un alto el fuego permanente para permitir la llegada de ayuda humanitaria no sólo al sur de Gaza, sino también al norte, para atender a los 50 000 heridos y para que todos sean liberados. Todavía hay mucha gente bajo los escombros, además de los 18 000 fallecidos en Gaza y los 1 200 en Israel. Una hora, un día, una semana más de guerra no resolverá el problema, solo lo agravará».

Al hablarnos de la vida de oración que continúa sin cesar como una de las pocas citas fijas en medio de la destrucción, con una misa por la mañana y otra por la tarde, además del rosario diario, el padre Gabriel concluye: «Espero que el ángel del Señor llegue al corazón de las autoridades y los responsables, y que la comunidad internacional pida un alto al fuego».

 

Elena Dini

 

(Diciembre de 2023)