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1# El sentido más profundo de la Navidad

 

Queridos Amigos:

Me han pedido que escriba un pequeño «cuento de Navidad»: al principio pensé que era una petición insólita, ya que se trata de un cuento muy conocido. Entonces se me ocurrió la idea de proponerlo a modo de escenas cortas, de ofrecerlo como el camino que lleva a la Navidad; me gustaría que, al escucharlo, no pensaran en un episodio del pasado, sino en un acontecimiento que nos concierne HOY y que está llamando a nuestra puerta. En realidad, la Navidad es un acontecimiento preparado para nosotros desde la eternidad.

Así que permítanme guiarles por este camino que nos hará pasar por cinco etapas durante estos días de Adviento y Navidad.

En primer lugar una pregunta: ¿Qué es Navidad?

Hay quienes se hacen preguntas, otros no; para algunos es un día como otro cualquiera y no tienen motivos para cuestionarse, para otros es una fiesta de fin de año: recurrente, llena de luces, regalos, es el momento de las especialidades culinarias y los postres típicos. Y la publicidad nos muestra toda una colección.

Me gustaría responder inmediatamente: no se trata de un simple cumpleaños en el calendario que sitúa el acontecimiento el 25 de diciembre y lo hace durar unas semanas. No es el cumpleaños de alguien. Ni siquiera es una simple tradición folclórica o cultural.

Es el recuerdo del Misterio de la Encarnación de Dios en nuestro mundo.

Intentaré explicarlo brevemente.

Dios no es solo el creador del universo, de nuestro mundo terrenal y de las cosas visibles; ama su creación, como cualquier artista ama su obra y sus composiciones.  Nosotros también amamos el bien que hacemos y las relaciones que construimos. Cuando un alumno hace un buen trabajo, se alegra de mostrarlo en casa y a sus amigos. Los que hacen cosas importantes están encantados de hablar de ellas. No se debe ocultar una obra de arte.

El ser humano es la obra de Dios, creada por Él. Sin embargo la palabra «amar» nos llama la atención. ¿Puedo amar lo que no conozco, como por ejemplo a una persona a la que no he visto nunca? ¿Un niño puede amar a sus padres si nos les ha llegado a conocer, si no ha vivido nunca con ellos?

Quizás tenga el deseo, pero le falta el vínculo, ¡la relación! Es la relación lo que hay que encontrar.

La Sagrada Escritura nos habla, por así decirlo, de un diálogo que tuvo lugar fuera del tiempo, cuyos protagonistas fueron Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo: es decir, este Dios coeterno, trino y uno en sí mismo, como la homogeneidad de una llama que, aunque se separe en varias partes, no pierde su propia identidad.

Lo esencial de este diálogo es lo siguiente:

«Los hombres, aunque han sido creados, no conocen al Creador; hacen muchas cosas, se afanan en la búsqueda de un bien que se les escapa continuamente; buscan el amor, lo sienten, lo desean, lo anhelan, tienen nostalgia, se angustian, pero no lo encuentran porque su conocimiento no está al nivel de Dios; el dolor y la muerte les asustan, por lo que ofrecen sacrificios; ni siquiera esto es suficiente. En su maldad, entonces, aflora toda la maldad de la ignorancia y el engaño, se odian y guerrean entre sí. ¿Puede el Creador ser insensible a tal realidad? Tal vez sea necesario entrar en contacto directo con ellos, hablarles, mostrarles que el amor y la fraternidad son posibles y que se les quiere. Pero esto solo es concebible si Dios mismo asume su naturaleza humana, un rostro, un lenguaje, si establece una relación con ellos hablándoles, en definitiva, si se revela formando parte de su historia».

Es en este preciso momento cuando el Hijo – según la narración bíblica de la Carta a los Hebreos- se vuelve hacia el Padre y dice:

«Oh Padre, si las cosas están en estos términos, hay que ir hacia ellos. ¡Y lo haré!  Al entrar en el mundo que has creado, cumpliré tu voluntad, pero también necesitaré una familia: tomaré un nombre, un cuerpo real, un rostro real, un alma real, y en mi carne estableceré una nueva alianza; aceptaré todos los límites, y me negaré a hacer el mal; hablaré de ti a los hombres en un lenguaje que puedan entender, y conocerán tu amor infinito, el que siempre ha habido entre nosotros; finalmente, les mostraré una nueva hermandad y el perdón».

 

Fernando Cardenal Filoni

(Diciembre de 2021)