Cristianos y judíos hoy: «El encuentro debe hacerse cara a cara»

Entrevista realizada al rabino belga David Meyer

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El rabino David Meyer y el Padre jesuita Philipp Gabriel Renczes El rabino David Meyer y su amigo jesuita, el P. Philipp Gabriel Renczes, director del Centro «Cardenal Bea» para el estudio del judaísmo en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma.

Entrevista realizada al rabino belga David Meyer, profesor en el centro «Cardinal Bea» para los estudios sobre el judaísmo en la universidad Pontificia Gregoriana. El rabino Meyer ha enseñado en diferentes países, desde Bélgica hasta Perú, pasando por China e Italia. Nos habla a continuación de la manera de acercarse al prójimo en la tradición judía y la complejidad del diálogo interreligioso en Tierra Santa, además de su experiencia personal del diálogo.


Remontando a los orígenes de la tradición judía como el Talmud, ¿Qué lugar se les da históricamente a aquellos que no forman parte del pueblo de Israel dentro de la comunidad judía?

Según la tradición, si tomamos en cuenta los textos rabínicos clásicos, la relación con un miembro no judío dentro de una hipotética sociedad judía (dado que esa sociedad no existiría y, en todo caso, no tendría ningún poder real) sería diferente si se tratara de un pagano. El judaísmo intenta evitar las relaciones con las prácticas paganas: los idólatras estarían completamente cortados de cualquier posibilidad de contacto.

Entre aquellos que no son paganos, pero tampoco judíos, se encuentran los que siguen las siete leyes de Noé considerados como el fundamento de la sociedad humana. Para aquel que sigue estas leyes, la relación con la comunidad judía no es un problema, puede vivir en el territorio de la sociedad judía y será tratado con respeto. Los siete preceptos de las naciones constituyen todo aquello que se necesita para establecer un encuentro entre judíos y no judíos, pero relegándolos a una plaza marginal.

Durante mucho tiempo (hasta el siglo XIV) ha habido una discusión en torno a la cuestión de saber si el cristianismo formaba parte del grupo de los preceptos de las naciones o no, debido a la Trinidad. La Trinidad era un problema para los pensadores judíos durante el periodo rabínico a principios de la Edad Media.

En el siglo XIV, hubo una importante enseñanza difundida por un rabino, conocido con el nombre de «Hameiri» de Provenza, que dijo que el cristianismo y el islam eran monoteístas éticos con lo que les colocó en un nivel muy cercano al judaísmo. Las primicias de esa idea habían sido elaboradas, aunque de manera aún ambigua, por Maimónides en el siglo XII. A partir de ahí, la idea de que podemos formar parte de un monoteísmo ético también fuera del judaísmo se ha convertido en un mensaje fuerte y relativamente con anticipación para su tiempo. Eso creó las bases de la posibilidad de diálogo.


En su opinión, ¿cuáles son las diferentes claves en el diálogo vivo entre cristianos y judíos en Tierra Santa y en los demás países del mundo?

El diálogo entre cristianos y judíos no es fácil por las realidades históricas a las que tienen que enfrentarse y por las diferencias teológicas y prejuicios que existen incluso 50 años después del Concilio Vaticano II y la declaración Nostra Aetate. En Tierra Santa es aún más difícil por su situación política.

El cristianismo en Tierra Santa está constituido históricamente por árabes, lo que hace que se caiga en el conflicto entre israelíes y árabes, principalmente palestinos. En segundo lugar, la cuestión para los judíos israelíes y judíos en general en el mundo entero es que el Estado de Israel es un elemento del judaísmo, una piedra angular. Por ello es difícil obtener un diálogo religioso en Israel haciendo abstracción de las cuestiones políticas ya que la realidad es una realidad política y porque la presencia política del Estado de Israel es un modo de expresión de la identidad judía.


La Iglesia católica celebró recientemente el final del Jubileo de la Misericordia. ¿De qué maneras piensa usted que podríamos sacar provecho el tema común de la misericordia en el cristianismo y el judaísmo – a la vez describiendo a Dios y considerando el llamamiento a instaurar la misericordia en nuestras vidas – para suscitar reflexiones teológicas y prácticas?

La cuestión de la misericordia es complicada, ya que existen muchas hipótesis. Nosotros consideramos que la misericordia se encuentra en el centro del catolicismo y del judaísmo. En el judaísmo, la misericordia no es diferente de la aplicación precisa de la justicia y el diálogo podría ser difícil sobre este terreno. Por otra parte, la misericordia es también aquello que aporta sufrimiento: la misericordia supone una cierta paciencia hacia aquellos que no se comportan como haría falta. Si se quiere ser misericordioso, no hay que emitir un juicio inmediato, se deja al otro la oportunidad de arrepentirse, cambiar, se da el tiempo a las palabras para convencer, pero mientras se deja el tiempo a esas personas, hay inocentes que sufren. Entonces la misericordia tiene consecuencias.

Hay una discusión sobre el contenido que debe ser considerada: lo que consideramos verdaderamente misericordioso y lo que entra precisamente en esa categoría, ahora bien, no estoy seguro de que el judaísmo y la Iglesia respondan de la misma manera.


¿Hay una experiencia personal de diálogo y de encuentro que le gustaría compartir con nosotros?

Hay muchas experiencias de diálogo, por ejemplo aquí, en la universidad pontificia gregoriana donde se enseña. Lo que pienso que es importante compartir es el hecho que toda experiencia de diálogo debe tener en cuenta el factor del tiempo: el diálogo no es algo que se hace ocasionalmente de vez en cuando. Crecemos en el diálogo cuando empezamos a conocer a la gente, es un esfuerzo continuo que puede hacerse después de haber creado lazos de amistad y confianza. El diálogo no se resume en conferencias, no es una lectura en una sala de conferencias, ni una declaración. El encuentro se hace cara a cara: tiene lugar cuando se encuentra a alguien que nos dice algo a lo que reaccionamos respondiendo, y nuestra respuesta apela a la suya, etc. El diálogo impacta a los dos mundos: el suyo y el nuestro. Lo que he aprendido aquí es que para ello se necesita mucho tiempo y energía ya que no es evidente, nos tenemos que implicar, preparar, hay que trabajarlo, dejarse sorprender, desestabilizar y desmitificar.

La otra cosa que he aprendido es que el único encuentro verdadero es simétrico, por desgracia, en el diálogo judío-católico, esto no se comprueba fácilmente ya que existe un a priori según el cual la Iglesia tiene necesidad del judaísmo, pero el judaísmo no lo tiene de la Iglesia ya que nació primero. La realidad es que nadie estaba ahí antes que nadie. Había una tradición bíblica y de ella nació la cristiana, así como una tradición rabínica y las dos tienen raíces comunes en el judaísmo bíblico, y se encuentran a igual de distancia de él. El judaísmo rabínico1 no es más cercano al judaísmo bíblico que el cristianismo.

Aquí he descubierto que tenía que dar tanto a los estudiantes católicos que desean enterarse más sobre el judaísmo que yo mismo tengo que aprender sobre el pensamiento cristiano. Lo que el cristianismo y el judaísmo han realizado, en el curso de los siglos, es una reflexión auténtica de la idea judía pre-rabínica y cuando, más tarde, ambas tradiciones se separaron el judaísmo se convirtió en lo que no había en el cristianismo y viceversa. La realidad es que se descubre que una buena parte de lo que el cristianismo ha puesto en primer plano de su pensamiento posee un fuerte eco judío. El encuentro no es solamente una cuestión de curiosidad, se trata de volver a descubrir algo de su propia tradición, que ha sido eliminado por cuestiones prácticas e históricas.


1 Se entiende por “judaísmo rabínico” las diferentes maneras de entender las tradiciones, costumbres y maneras de pensar que los rabinos han desarrollado después de la destrucción del Templo (70 años después de Jesucristo). Ese judaísmo es mucho más diverso que el “judaísmo bíblico” en el que el Templo, los sacrificios y los ritos sacerdotales eran elementos constitutivos que definían cómo se vivía el judaísmo antes de la caída de Jerusalén.


Entrevista realizada por Elena Dini



(Abril 2017)

Torah scroll

UN MUNDO JUDÍO MUY DIVERSIFICADO

La diversidad está presente en el mundo judío desde hace mucho tiempo. Incluso en tiempos del Templo ya existían diferentes ramas: fariseos, saduceos y esenios. Algunas ramas quedaron asimiladas al judaísmo mientras que otras fueron excomulgadas y se convirtieron en otra cosa, como por ejemplo los caraítas. Con la llegada de la modernidad ha visto el día oficialmente una mayor diversificación. Cuando el judaísmo fue confrontado a la modernidad con la posibilidad de abandonar los guetos, se planteó la cuestión de saber cómo una tradición como ésta – que estaba esencialmente generada por los rabinos que vivían en un gueto – podía ser adaptada al mundo exterior.

La manera de incorporar la modernidad a la religión ha llevado a una cierta ruptura dentro del judaísmo, entre el mundo ortodoxo y no ortodoxo. Las diferentes maneras de acercarse a la modernidad se sitúan en dos niveles. La primera cuestión es la de saber cómo comprender el foso que se puede ver a veces entre la Halajá medieval – las normas legales del judaísmo – y la vida como ciudadano en una sociedad mixta y compleja. La segunda cuestión es la de determinar el grado de incorporación de la comprensión científica y de la crítica de la tradición. En el judaísmo se encuentran los que creen que la Torá fue dada por Dios a Moisés en el Sinaí – y que incluye a la vez la Torá escrita y oral – y aquellos que tienen un acercamiento más crítico y consideran que el judaísmo rabínico, e incluso los textos bíblicos, son el resultado de un proceso creativo y que tiene un impacto en la autoridad de los textos fundadores.

Este postulado se traduce por diferentes movimientos, yendo de los más ortodoxos hasta los más liberales:

■ El movimiento jasídico saca su tradición de la sociedad polaca. Existen diferentes tipos de ortodoxia dentro de él, que se encuentran a veces en desacuerdo unas con otras, pero es esencialmente un grupo que obedece a la ley judía como la entiende y que no se preocupa de las cuestiones modernas. Se identifica a sus miembros por su manera de vestir y hablan yidis.

■ La ortodoxia moderna clásica resulta del pensamiento del rabino Samson Rafael Hirsch, un rabino del siglo XIX que estableció este movimiento que no rechaza la modernidad mientras que no influya sobre la tradición. No es un problema conducir un coche y mirar la televisión, pero la modernidad no tiene por qué cambiar la manera de percibir su propia tradición. Este pensamiento ha dado lugar al movimiento más extendido dentro de la ortodoxia.

■ Más allá de las divisiones ortodoxas hay grupos no ortodoxos. El movimiento conservador tiene un verdadero amor por la tradición y tiende a hacer frente a la modernidad introduciéndose de nuevo en los textos tradicionales e intentando encontrar escapatorias legales que permitan incorporar las cuestiones modernas. Esto implica a veces pequeños ajustes, mientras que en otros casos se necesitan mayores rodeos, como es el caso del papel de la mujer. El judaísmo conservador considera generalmente que el hombre y la mujer son iguales en lo que respecta a los rituales, mientras que está claro que tradicionalmente no es así. Se ve la tradición como un organismo dinámico y, trabajando de manera inteligente en su ámbito y con elementos en un texto u otro, son capaces de incorporar a la tradición valores que pueden ser considerados como exteriores a ésta.

■ Un poco más a la izquierda se encuentra el movimiento reformista que es más liberal. Han realizado numerosos cambios en liturgia y utilización del hebreo, pero desde un punto de vista legal, el movimiento reformista considera que si se tienen valores que no corresponden a la tradición, siguen siendo valores exteriores, que no pueden justificar la búsqueda de alternativa en la tradición.

■ El movimiento liberal se sitúa más a la izquierda. Se considera como el movimiento radical y afirma que el judaísmo se enfrenta a una verdadera crisis causada por la modernidad, el Holocausto y la capacidad de trabajar en sociedad. Por consiguiente, el judaísmo necesita de una verdadera remodelación de sus creencias y sistemas. Uno de los puntos que defiende este movimiento con mayor fuerza es la introducción nuevamente de uno mismo en el judaísmo. La unidad más pequeña para un judío es la familia judía, mientras que para los liberales es el individuo. Es un concepto moderno e interesante que permite tomar nota del hecho de que el judaísmo tiene un problema con el “sí mismo”, poniendo el acento a ultranza en el aspecto comunitario.


Rabino David Meyer