«Jerusalén y Tierra Santa se han convertido en una patria de elección»

Entrevista con Pierre-Yves Fux, Embajador de Suiza en la Santa Sede y miembro de la Orden

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FUX Pierre-Yves Fux durante su peregrinación a Tierra Santa realizada en marzo de 2017, con sus compañeros de viaje.

Señor Embajador, ¿qué relación hay entre su vocación de diplomático al servicio de la paz y la misión de la Orden del Santo Sepulcro?

Para mí el vínculo entre las dos diferentes realidades se realizó una mañana de 2001 en Jerusalén. Antes de una serie de encuentros y sesiones pasé por el casco viejo de la ciudad aún oscura y desierta. Había dormido mal, oía los tiros del lado de Belén. Avanzaba rápidamente para no llegar tarde a la misa celebrada delante de la tumba de Cristo. Solo íbamos a asistir dos personas. El sacerdote franciscano nos pidió que le siguiéramos al interior del sepulcro. Cada misa actualiza los mismos misterios, pero nunca me había acercado tanto. Ese momento único me inspiró deseos contradictorios para el futuro: volverlo a vivir, pero sin las causas de esa situación.

Como diplomático, gozaba de un acceso casi exclusivo a los lugares santos, mientras que la violencia, el miedo o la represión quitaban a los demás la posibilidad o el deseo de venir. Dentro del Ministerio de los asuntos exteriores me ocupaba de la «seguridad humana» en Oriente Medio. La búsqueda de la paz, el derecho humanitario y también la coexistencia de las culturas son valores muy importantes en Suiza. ¿Cómo no promover todo eso en Tierra Santa? La política de varios países, entre ellos el mío, se acerca a uno de los objetivos de la Orden del Santo Sepulcro. La acción diplomática puede transformar situaciones injustas. He trabajado en gestiones que han permitido salir de la cárcel a inocentes e incluso, una vez, evité la pena de muerte.

Los Caballeros y Damas del Santo Sepulcro pueden reconocerse en estas acciones, pero no hacen política. A veces son parcos en palabras, pero no en oraciones y actos de generosidad. Muchos conocen la Tierra Santa y sus habitantes, y saben el valor de los símbolos y la historia. Una vez nombrado miembro de la Orden, he visto una imparcialidad y comprensión comparables a lo que pude observar de positivo en la diplomacia y en la ayuda al desarrollo.


¿Cómo inspiran su acción diplomática los actos de la Orden del Santo Sepulcro o el ejemplo profético del papa Francisco para hacer caer los muros de separación entre los pueblos?

El papa Francisco, que mi función de embajador en la Santa Sede me lleva a veces a encontrar y sistemáticamente a escuchar, manifiesta un amor de predilección por los más humildes y vulnerables, cristianos o no. Esto no lo entienden todos. ¿Cómo se puede velar por los suyos sin hacer acepción de personas? De manera análoga, cuando representamos a nuestro país en el extranjero, defendemos los intereses y valores, promovemos un orden internacional justo al mismo tiempo que apoyamos a nuestros compatriotas. Nuevamente diré que fue en Tierra Santa donde pude reflexionar en lo que son los «muros», visibles o no.

Años después de esa misa en la tumba de Cristo, me encontré delante de su entrada, el 22 de marzo de 2017. Asociadas para limpiar y consolidar las paredes, las diferentes Iglesias no habían fijado aún sus lámparas y ornamentos. Esa restauración realizada en común marcaba un signo de esperanza para la unidad de los cristianos. Aunque mi emoción tenía otro motivo: ¡Habíamos salido tres personas desde San Juan de Acre doce días antes y luego se nos juntó otra y ya estábamos llegando al final! El camino del último día, entre las basílicas de la Natividad y de la Resurrección, era siniestro. No había tiros nocturnos del lado de Belén, pero había calles destrozadas, alambres de púas, basuras y sobre todo los pasillos del check-point para cruzar el muro.

Poco antes habíamos pasado delante del Caritas Baby Hospital, que ha visto nacer ya a millares de niños a cuyos padres no se les pide ni la nacionalidad ni la religión. Esa maternidad tan moderna, ayudada por la Orden del Santo Sepulcro, fue fundada por un suizo hace 65 años. Existía ya antes del muro y estoy convencido de que prepara para un tiempo mejor. La Orden del Santo Sepulcro ayuda tanto a los seminaristas del Patriarcado latino como a las trabajadoras africanas que tienen que dejar a sus hijos en «cobertizos para bebés». Así Tierra Santa se hace más «cristiana» con todas las dimensiones y significados de ese término. Ello es como el llamamiento del Papa para construir puentes en vez de muros.


Su peregrinación a Tierra Santa fue precedida por una peregrinación a Roma, como un entrenamiento a la perseverancia frente a los obstáculos para la paz que pueden llegar a desanimarnos. ¿De dónde saca en su trabajo de diplomático, finalmente, la fuerza para seguir esperando?

En el trabajo diplomático, como en la peregrinación, la obstinación y la atención son esenciales. En este exilio temporal, no avanzamos al azar: otros han realizado el camino y han cultivado el contacto con los suyos y con aquellos de los países atravesados. Nos volvemos más fuertes gracias a la experiencia adquirida kilómetro a kilómetro. Antes de subir a Jerusalén, anduve hasta Roma y después más allá, hasta Otrante y Leuca. Año tras año, estas peregrinaciones me dan alegría y serenidad. Visitar el país de Jesús, sus lugares santos y aquellos que los cuidan constituye un verdadero compromiso el día de la admisión en la Orden del Santo Sepulcro.

Durante la noche que precede la investidura, la «velada de armas», había agitado y mezclado de oraciones todos esos recuerdos y pensamientos. Desde hace siglos, los peregrinos del Santo Sepulcro han visto la espada acercarse de sus cabezas – Chateaubriand lo cuenta mejor que yo. Yo viví ese momento en San Martín de Disentis, en esa parte de los Alpes donde se habla romanche, alemán e italiano. Mucho más aún, Jerusalén y Tierra Santa se convirtieron para mí en una patria de elección. Unos días antes, asistí como testigo oficial al juramento de los Guardas suizos pontificios. De una manera diferente, llegó mi hora de entrar de por vida en una cadena de hermanos. Eso responde a mi dilema de 2001: no visitar nunca más yo solo la Tumba, y para ello, dar y recibir, material y espiritualmente.
 

Entrevista realizada por el Servicio de Comunicación del Gran Magisterio de la Orden del Santo Sepulcro


(Abril 2018)