San Pedro en Gallicantu y la última noche de Jesús

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Gallicantu

Hay lugares espirituales que nos hablan de manera especial y que se convierten en los lugares preferidos de nuestro camino de fe.

San Pedro en Gallicantu es una iglesia situada en la ladera oriental del monte Sión, fuera de los Muros de la Ciudad Vieja de Jerusalén. El término «Gallicantu» viene del latín y evoca el lugar donde «el gallo cantó», como narra el relato evangélico de la tarde del arresto y condena de Jesús: «El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: “Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces”. Y, saliendo afuera, lloró amargamente» (Lc 22, 6-62). Se trata del lugar donde se alzaba el palacio del sumo sacerdote Caifás.

La iglesia actual, que se remonta a los primeros decenios del siglo XX, fue construida sobre los cimientos de antiguas iglesias bizantinas y cruzadas. Los metros cuadrados más venerados de este lugar sagrado son probablemente los de la cueva en la que la tradición ha identificado el lugar donde se hizo bajar a Jesús, a la espera de comparecer ante el Sanedrín unas horas más tarde y de ser condenado.

Cuando hablan de esta “fosa”, los miembros de la Orden que cuentan su peregrinación, no pueden hacerlo sin cierta emoción. Guillaume Angier de Lohéac es un joven Caballero de la Lugartenencia de Francia que ha descubierto ese lugar hace ya más de 10 años, cuando vino a Jerusalén para unas prácticas en la casa de los Asuncionistas, la comunidad religiosa que lleva el santuario. «Este lugar santo es edificador. Cuanto más lo frecuento, más me doy cuenta de la profundidad del misterio de nuestra salvación. Aquí recordamos no sólo la negación de san Pedro y el perdón de Cristo, sino también el rechazo del Hijo de Dios por parte del Sanedrín y su descenso a la fosa. La cárcel bajo la cripta de la iglesia es un lugar conmovedor donde los peregrinos recitan el Salmo 88: “Me has colocado en lo hondo de la fosa, […] encerrado, no puedo salir” Salmo 88, 7.9)».

María José Fernández Martín, Dama de Encomienda que acompañó este verano a un grupo de jóvenes para vivir una experiencia de peregrinación y voluntariado organizado por la Lugartenencia de España Occidental, también cuenta el momento de oración que vivieron en este lugar de la detención de Cristo: «Mientras bajábamos las escaleras, crecía el silencio. Los jóvenes se acercaban unos a otros, como si la fuerza del lugar se lo pidiera. Me acerqué a la cátedra y leí el Salmo 21: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito, y no respondes; de noche, y no me haces caso” (Sal 22, 2-3). El silencio llenó la gruta. No fueron necesarios grandes discursos. Todos entendieron la importancia del lugar en el que nos encontrábamos».

Al exterior de la iglesia se recuerda el episodio de la negación de Pedro y el intercambio de miradas entre el Apóstol y el Maestro. «Pedro que niega tres veces a Jesús en el patio me hizo saltar las lágrimas, mientras me encontraba en el sitio donde tuvo lugar este acontecimiento – confiesa Joan Bridges de la Lugartenencia de USA Northern – por dos razones: la primera por el dolor que debe haber causado a nuestro Señor, mientras miraba a Pedro cuando el gallo cantó después de la tercera negación, y la segunda por el dolor que debe haber sentido Pedro por haber renegado de Jesús en ese momento de gran sufrimiento para él». Pero hay también otro lugar histórico que toca el corazón del peregrino: ver el camino que Jesús recorrió desde Getsemaní hasta la casa de Caifás.

Saul y Christy Eiva de la Lugartenencia de USA Northeastern cuentan: «Fuera de la iglesia de San Pedro en Gallicantu hemos escuchado el relato de la agonía de Jesús tomado del Evangelio según san Lucas. Desde donde estábamos se veía el otro lado el Valle del Cedrón, el Monte de los Olivos y el Jardín del Getsemaní. Entonces nos dimos cuenta de cómo Jesús pudo ver a los soldados reunidos con sus antorchas y armas fuera del palacio de Caifás donde nos encontrábamos. Jesús habría tenido unos 45 minutos para volver sobre sus pasos y escapar al otro lado del monte. Pero eligió quedarse, sufrir y morir por nosotros… La pendiente de la antigua vía romana que atraviesa el valle todavía está allí y Jesús debe haberla subido para ir al palacio. ¡Qué increíble es el amor de Dios por nosotros y cuán conmovedor ha sido escuchar el relato de los acontecimientos de aquella noche ¡».


Elena Dini


(diciembre 2019)