Con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de Palestina, Patrona de la Orden

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La fiesta de Nuestra Señora de Palestina cae en el mes del Rosario - el 25 de octubre - la oración que nos lleva de nuevo con Dios invita repetidamente a elevar la vista hacia arriba para encontrar la mirada de María sobre nuestra humanidad; ella sigue cuidando de la Iglesia de la que fue Madre y se convirtió en la primera elegida; de hecho, desde lo alto de la Cruz Jesús la entregó a Juan, que la acogió en la Iglesia naciente y se convirtió para siempre en su nueva familia.

Su presencia apaciguó las almas de los Discípulos y Mujeres sacudidos por los acontecimientos y turbados por el misterio de la muerte y resurrección del Señor. Ella, llena de gracia y fe, tomó a estos nuevos hijos a su cargo, les devolvió la plena confianza en Dios y los preparó para la consagración del Espíritu Santo.

La oración se convirtió en el ejercicio espiritual de la comunidad apostólica.

En el centro de los dos mil años de experiencia de la Iglesia se encuentra María Peregrina, errante entre los hombres y mujeres de todas las épocas, mendigando su amor a Cristo; «Señora Peregrina», sencilla y alta en su dignidad de «Madre e Hija de su Hijo» (Dante); sin apenas hablar, susurra a los que le preguntan: ¡Yo soy de Nazaret!

María comenzó su peregrinación ininterrumpida desde Palestina. Su acompañamiento a la humanidad está marcado por innumerables encuentros de los que tenemos huellas en los numerosos santuarios marianos.

El Rosario es la oración de nuestra condición de mendigos, nuestro murmullo constante y algo monótono con el que pedimos a María que ruegue por nosotros, pecadores.

Bajando su mirada a nuestras ocupaciones humanas, a las guerras que tiñen de sangre la tierra, a los innumerables actos de violencia y odio, a la indiferencia y las múltiples formas de pobreza, María trae el consuelo de la misericordia divina: Padre, pedirá como Jesús en la cruz, ¡perdónalos!

Pedimos que cada Caballero y Dama del Santo Sepulcro de Jerusalén, en este mes mariano que termina para nosotros con la fiesta de Nuestra Señora de Palestina, rece el Santo Rosario, cuidando especialmente de que Ella abra procesos de paz y reconciliación en la Tierra de Jesús, en el mundo atribulado y en las familias divididas y afectadas por la pandemia actual y universal.

 

Fernando Cardenal Filoni

 

 

(octubre de 2021)